Es frecuente creer que la historia es cosa de estudiosos y eruditos, algo que solo se encuentra en voluminosos libros escondidos en bibliotecas y otra tortura que los profesores inventan para fastidiar a sus alumnos. A nadie le importan ya cosas pasadas.
Pero la historia nos es solo materia de libros, al leer el periódico también estamos estudiando historia. Dos acontecimientos recientes han demostrado que la historia es algo vivo, y que se desarrolla continuamente ante nuestros ojos.
El primero es la actual revolución producida en Ucrania y la posterior secesión de Crimea. Lo que ha llevado justo cuando se cumplen 100 años de la Primera Guerra Mundial, a vivir una posible amenaza de conflicto entre las dos potencias. El recuerdo de la guerra fría y de la crisis de los misiles en Cuba. Hechos que ya dábamos por olvidado han vuelto a llenarnos de temor después de tanto tiempo.
El otro ha sido la crónica de una muerte anunciada. Más concretamente la de Adolfo Suarez. Lo teníamos tan olvidado como él a nosotros, y de pronto, todo son homenajes, recuerdos y elogios por parte de los mismos que, de un tiempo a esta parte, han estado destruyendo muy sutilmente todo lo conseguido hace ya 35 años. Han abierto sus libros de historia, y, o no han entendido nada, o han intentado reescribirlo según sus intereses.
Está escrito que, "es necesario conocer nuestra historia para no cometer los mismos errores" también es necesario para no dejarnos engañar, y para recordar, que aunque, en los libros solo se hable de reyes, nobles y demás dirigentes, somos nosotros, el pueblo llano, los que escribimos la historia cada día.
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