Ese es el tiempo que basta para que los planes que tienes se vallan al traste. Cuando piensas que este va a ser un día normal, igual a los otros, pero con ese añadido que, cada 15 días, me aparta un poco de la rutina hacia mi reunión con el club de lectura.
Me arreglo para salir y para hacer algo de tiempo sigo leyendo un libro que me gusta. Miro la hora y salgo tranqulamente hacia la cita, cruzo un paso de cebra y... zas por detras siento un golpe que me empuja hacia el asfalto.
Lo que iban a ser dos horas de agradable charla, se convierten en cinco de hospital con mareo incluido. Y lo curioso es que no me agobiaba el dolor, que lo tenía, aunque no fue muy grave, sino el aburrimiento. No hay nada más aburrido que un hospital, con sus salas de espera y sus boxes de urgencia, y eso que solo fueron cinco horas.
Cinco Horas perdidas por culpa de solo un segundo.
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