Si ese amigo además nos ha hecho reir, jugar, bailar y animarnos las mañanas de los sabados convirtiendolas en una fiesta, con un pretexto, a primera vista tan serio, como escuchar un concierto de música clásica, divirtiendo a nuestros hijos y sobrinos y, ¿porque no decirlo? a nosotros mismos.
Ya le venía de familia a Fernando Argenta, pues su padre fué un famoso director de orquesta,Ataulfo Argenta, fallecido en un accidente de avión, y él después de unos comienzos más cercanos al rock en los 60 y 70 pasó a dar a conocer la música clásica al grán público con los Clásicos Populares de RNE. Pero fué con El Conciertazo cuando consiguió que los chavales conocieran a esos tipos que parecian tan serios llamados Bach, Mozart o Beethoven convirtiendo la sala de conciertos en un patio de recreo donde todo valía para disfrutar con la música.
Se podía ver a este señor con aspecto de profesor severo contando gracietas y haciendo payasada, mientras la orquesta tocaba la obertura de Guillermo Tell o la Marcha Radeszki.
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